Lamenablemente el nivel del tenis que está ofreciendo el suizo Roger Federer (3º esta semana en Toronto pero que amanece hoy lunes 2º, ya que el año pasado caía en octavos de Canadá) en este 2010 desde que ganara el Australian Open es a todas luces deprimente; esta debería ser una entrada de absoluta loa para el escocés Andy Murray (4º), quien se tomaba la revancha precisamente de aquella final de Melbourne de enero y que su año estaba siendo flojísimo también, y aunque parece haber recuperado ese tenis que desde precisamente agosto de 2008 y prácticamente casi todo 2009 le llevara ser considerado un tenista enrachado e imbatible, la pena que está dando el supuestamente mejor jugador de tenis de la historia le quita cierto mérito a Andy. ¿Se está arrastrando Federer todos estos meses? Desde luego, el helvético ha sido enterrado profesionalmente infinidad de veces y siempre ha vuelto, pero en este 2010 solamente ofrece algún que otro destello a cuentagotas: llevamos todo el año viéndole muy flojo, jugando como sin ganas, fiándolo todo a su clase y al supuesto canguelo del rival, y su devenir lleva ya tanto tiempo siendo renqueante que como siga así -sin disfrutar del tenis y agonizando en casi todos los golpes y juegos contra los tenistas potentes- su futuro se presenta oscuro oscuro oscuro.
Si hasta este mes de agosto los Masters 1000 de este año se habían caracterizado primero por tener ganadores sorpresa (que en Marzo triunfasen Ljubicic en Indian Wells y Roddick en Miami, dos tenistas no habituales en tales instancias, presuponía un cambio de tendencia en los ganadores) y después por el abrumador arrollo de Nadal en tierra, con la absoluta desaparición del serbio Djokovic y el escocés Murray para dar nivel a la cosa (aunque el sueco Soderling y el checo Berdych les remplazaran en esa labor de ser los segundones con aspiraciones a todo), con las semis de 'Nole' y el triunfo de Andy en Toronto, el círculo del 'Big Five' parece estar prácticamente cerrado, a expensas de que el argentino Juan Martín del Potro (8º) se reincorpore ya al circuito y olvide esa muñeca que se destrozó en el primer Gran Slam del año.
Si bien esta gira americana sobre el asfalto estival se toma por muchos como preparatorio para el US Open de septiembre, los gallitos ya suelen empezar a descubrir sus cartas y a afinar su tenis. Con la salvedad del francés Tsonga (10º) y el cañonero local Andy Roddick (11º y por primera vez desde hace mucho tiempo fuera del top ten) por una extraña dolencia que le causa agotamiento físico pero que espera erradicar las próximas semanas, arrancaba en la zona de Ontario (seis horas menos que en Europa, con lo que los partidos se jugaban entre las 17 horas y altas horas de la madrugada española) este sexto Masters 1000 del año con varios partidazos de nivel que ganarían los primeros: los Troicki (51º)-Cilic (13º), Nalbandian (45º)-Ferrer (12º), Gulbis (28º)-Belluci (26º), Youznhy (14º)-Simon (32º) o Chardy (72º)-Baghdatis (20º) constituían en primera ronda un regalito para los aficionados y duelos que bien quisieran tener en sus finales muchos torneos menores.
Las primeras sorpresas no tardarían en llegar y los primeros en llevarse un bofetón bien grande fueron los de la Armada Española: si seis eran de la partida, cinco ya se despedían del torneo para el segundo día y únicamente Rafa -el de siempre- se mantenía en el cuadro; que Ferrer (12º) luchara infructuosamente contra Nalbandian (45º) a tres sets entraba dentro de la lógica, y también que el mismo argentino (ganador días antes en Washington y que más adelante contra Murray jugase con los plomos fundidos, eso sí, tras remontar y tumbar milagrosamente a Soderling) apease contundentemente a Robredo (38º), pero el pobre espectáculo ofrecido por Feliciano López (25º), Fernando Verdasco (9º) y Nicolás Almagro (16º) ante el holandés Thiemo de Bakker (46º), el francés Jeremy Chardy (72º) y el galo Michael Llodrá (35º) respectivamente ante tenistas de ranking más inferior pero con más hambre, fue lo que ya se dijo: pobre, por no decir pobrísimo.
Por lo demás, destacar las dificultades que muchos de los gallitos vivieron en sus partidos iniciales ante tenistas de tercera fila, producto quizás de estar más de un mes inactivos y enfrentados a jugadores que llevaban todo el mes de julio castigándose al sol entre torneo y torneo. Djokovic mareado y azotado por golpes de calor, Federer habiendo de jugar por lo menos un tie-break en todos sus duelos y Nadal costándole imponer su ley, denotaban cierta equidad entre los llamados a jugárselo todo en semis, a donde llegarían los 4 mejores. Pero antes de eso, buenos tenistas como Berdych (7º) o Soderling (5º) habían sudado lo suyo en octavos, hasta el punto de que el primero por los pelos no caería ante el ucranio Dolgopolov (49º) y el segundo fue víctima del undécimo triunfo seguido de Nalbandian (45º): pero Tomas no acabó por aplastar a tres sets cuando pudo a Federer en cuartos y David ni se enteró contra Andy. Nadal (1º) vivió en cuartos contra el alemán Kohlschreiber (37º) uno de esos partidos en los que sales frío, no te sale nada, el rival con lo poco que hace te domina del todo, siempre vas por detrás en marcador y sensaciones, como haciendo la goma y agonizando, hasta que más allá de la mitad del choque el cansancio hace mella en el contrario y el clic del duelo te favorece por galones. Buen susto de Rafa, justo lo que no dejó Djokovic (2º) que pasara ante Chardy (72º), una de las gratas confirmaciones del torneo.
Con los cuatro primeros del 'Big Five' peleando en semis entre ellos, el 1º contra el 4º y el 2º contra el 3º -en esa semi se jugaban además el segundo puesto-, el sábado ofreció dos partidos de tenis donde tras horas de juego la sensación era que los ganadores eran más no perdedores que triunfadores, y me explico: siendo el tenis un deporte donde te suman como puntos igual tus aciertos como los errores del rival, tanto Murray como sobre todo Federer llegaron a la final por la infinidad de imprecisiones del rival, es decir, en más de un 70% (cutre estimación mía, ya que esta no es más que mi salchichera opinión) el pase de ronda se concretó vía error, dejando al acierto como meramente testimonial; no obstante entre cuatro tenistas que jugaban más a no perder que a ganar, los menos malos en cuanto a fallar (Murray Federer contra Nadal y Djokovic, rozando el paquetismo estos dos) demostraron algo más de tenis y convicción en sus golpes. Dicen que Rafa únicamente tiene entre ceja y ceja el Flushing Meadows y que por eso no se exprimira en esta gira y sobre Novak, ¿qué decir?: es un genio y sin saque todo depende de cuando consiga salir de esa espiral de juego errático que lo inunda. Una vez en la final, el antitenis: Murray es quien mejor balance entre defensa-ataque hace del circuito, mientras Federer tiene tenis para exportar, por tanto acabé desconcertado por saber si la sucesión de breaks y contrabreaks (se supone que el servicio es una arma ventajosa a más no poder) era más producto de lo bueno que es el rival que gracias a sus múltiples armas consigue anulartelo o si por el contrario ambos tenistas andaban flojos a más no poder. El resultado final marcó un doble 7-5 a favor del escocés, quien se adaptó mejor a las tres interrupciones por la lluvia que sufrió la final en su segundo set, mientras que Federer sigue abandonando cabizbajo casi todos los torneos y pistas, demasiadas tal vez.
http://es.eurosport.yahoo.com/tennis/atp-toronto/masculino/p1/
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