El argentino David Nalbandian (1-1-1982 y 117º del ranking ATP esta semana pasada) daba por fin una alegría a sus millones de admiradores, entre los que me encuentro -si leen algunas de las entradas de este blog, descubrirán que este gordo golfo es una de mis debilidades-, y tras meses de penurias, viéndole jugar a ratos y recaer de alguna lesión por precipitarse en jugar, esta primera semana de agosto fue antológica. Habría que recordar qué tipo de tenista es Nalbandian: probablemente será el jugador con más clase y técnica del circuito actual, tras Federer y Djokovic, aunque esto no quiere decir que sea el mejor; hoy día el mejor es Nadal y eso no admite discusión, pero lo de David es enigmático, hasta el punto de admirable que atrae sin remedio. Nalbandian fue Maestro en 2005 y no ha ganado ningún Grand Slam aún por su inconsistencia en ser un profesional del tenis 'full time' y todo esto le hace ser capaz de lo mejor -barrer en dos torneos seguidos a los tres primeros del ranking- y de lo peor -competir sin el nivel mínimo y rozar el ridículo ante muchos tenistas.
Con 10 títulos en su palmarés hasta mayo del año pasado, de pronto su excesivo sobrepeso y esa famosa barriguita le jugaron una mala pasada. Siempre se dijo que le sobraban unos 10 kilos para estar más fino, y el tener que arrastrar esos kilos de más le resintió la cadera, que hubo de operarse y perderse más de la mitad de la temporada 2009, viendo como Del Potro no sabía tirar de Argentina como él siempre hizo en la Davis y descendiendo hasta el pozo en el ranking. En diciembre reaparecía en unas exhibiciones y la cadera se recuperó perfectamente, hasta el punto de querer reaparecer en enero en Auckland, lo que se quedó en una simple intención: se rompía algo en los abdominales y se quedaba sin Australian Open, pero volvía a forzar para Buenos Aires a mediados de febrero y se volvía a romper ese abdominal; no se sabe cómo, milagrosamente volvía a jugar en marzo en Suecia en la Davis para otorgar el punto definitivo a los suyos y entre algodones se presentaba en Indian Wells y Miami, donde Melzer (15º) y Nadal (1º) le mandaban para casa en octavos. Para entonces ya había perdido casi todos los puntos que ganó en la primera parte del año pasado y se hunddía del 150 hacia atrás en el ranking. En Montecarlo llegaba a cuartos para caer con Djokovic (2º) tras un épico partidazo ante Youznhy (14º) pero se volvía a romper los abdominales y tras la espantada de Madrid, tomaba la decisión más inteligente: parar dos meses, olvidarse de la hierba y Wimbledon -su obsesión y torneo que ganará algún día, tras aquel que perdió en 2002 ante Hewitt (30º)- y en cuartos de la Davis en Moscú fulminar a Rusia.
Con estos antecedentes -espectacular en la Davis y chispazos fugaces en los torneos ATP mientras las lesiones no le inquietaran, como tutear al mismísimo Rafa en Miami- Nalbandian recibía una invitación de los organizadores de Washington para jugar estos siete días, y menudo ojazo el del directivo que se arriesgó en invitar a David. El camino del cordobés a la final del domingo puede figurarse que fue plácido, a tenor de los resultados que cosechó, pero nada más lejos de la realidad: el tenis desplegado por David en Washington fue sublime, casi rayando la perfección, con esos antológicos reveses cruzados a dos manos y las derechas anguladas que soltó en todo momento, y la sensación era que todo un maestro estaba impartiendo verdaderas clases magistrales de tenis y lo hizo ante buenos tenistas, como Wawrinka (23º), Simon (33º), Cilic (13º) o Baghdatis (25º), pero por el camino hubo mucho sudor y sufrimiento, a veces por culpa del propio Nalbandian. No le quita valor que ningún gallito del 'Big Five' o del top ten no se le cruzara por el camino, aunque bien sabemos que esta próxima semana en Toronto no será lo mismo, ya que por cansancio David caerá pronto, porque su físico siempre ha sido su gran handicap; si fuera por mí, descartaría jugar el Masters 1000 de Canadá -donde debe debutar ante Ferrer (12º)- y prepararía el US Open en Cincinatti.
Sin pretender que toda la entrada sea una loa a Nalbandian, entre el resto de tenistas que competían en este ATP500 de Washington destacaban como cabezas de serie el checo Tomas Berdych (8º) y el local Andy Roddick (9º), junto a otros renombrados que daban bastante lustre a la competición: el kazajo Andrey Golubev (37º) venía de imponerse en Hamburgo, aunque en tierra, el letón Ernests Gulbis (28º) quería olvidar sus percances físicos aunque acabaría recayendo, o el australiano Leyton Hewitt (30º), con la moral por las nubes tras un buen curso en hierba; a ellos se unía un inconsistente Verdasco (10º) o la horda de cañoneros 'yankis' asiduos de este tipo de torneos como eran el gran triunfador de julio con dos torneos, Mardy Fish (35º), el ganador una semana antes en LA, Sam Querrey (20º), o el maratoniano John Isner (19º), pero defraudaban a sus paisanos al dejar en cuartos sin representación a Estados Unidos, ronda en la que el belga Xavier Malisse (62º) ya empezó a mostrarse como la sorpresa del torneo, ya que apeó a Isner (19º9 y Berdych (8º) antes de ceder en semis ante Baghdatis (25º). Por el otro lado del cuadro destacaban el serbio Janko Tipsarevic (41º) o el croata Marin Cilic (13º), junto al francés Gilles Simon (33º), los dos últimos víctimas del Rey David con paliza incluida, aunque el galo fuese el único que le birló a Nalbandian un set, en un despiste de los típicos del argentino.
Y a esa final, como dije antes, Nalbandian llegaba tras aplastar a Ram (153º), Wawrinka (23º), Chiudinelli (63º), Simon (33º, el único que le obligó a tener que remontar un partido) y Cilic (13º), endosando a todos marcadores cortos, mientras que el camino a la final del chipriota Marcos Baghdatis (25º) fue más irregular y espinoso, tanto en juego -aunque por tenis mostraba argumentos suficientes- como por marcadores -partidos largos e igualados más de uno-, y los apeados por el finalista del Australian Open de 2006 fueron Zeballos (52º, en dos apretadísimos tie-breaks), Marchencko (73º, a tres largos parciales), Verdasco (10º, ya empezaba a depurar los partidos) y Malisse (62º, superando incluso una torcedura de tobillo con el mismo marcador a favor que Nalbandian le endosaría a él, 6-2 y 7-6). Tras tres entorchados de Roddick en la capital 'yankee' y después de que las dos últimas ediciones las ganara otro argentino, Juan Martín del Potro (7º), la final de 2010 arrancaba con un break rápido para el argentino hasta que el chipriota se entonó y hostigo los saques de Nalbandian, pero sin éxito; David se encontraba cómodo y siempre poseyó el mando del partido, pero el segundo set lo encaró dormido y al principio ambos dieron una lección de ineficacia al saque, ya que los breaks y contrabreaks iban y venían, hasta que más adelante ambos se asentaron; Marcos tiraba del marcador y si en el primer set nunca tuvo bolas de break a favor, en el segundo set acumuló hasta 11, y por momentos hasta estuvo muy cerca de alargar el partido al tercer set, pero una vez en el juego de desempate, la mayor experiencia del de Unquillo le dio una clara ventaja de 5-0 que supo administrar para acabar imponiéndose por 7-4 después de una derecha del chipriota que salió entre largo y desviado. De este modo, David cumple con su racha de ganar por lo menos un título cada año; y ahora, una vez dejado de lado su larga travesía de retorno a los torneos de ATP, a intentar arañar algo en algún grande y a centrarse en las semis de la Davis de septiembre en Francia.
http://es.eurosport.yahoo.com/tennis/atp-washington/masculino/p1/
http://es.atpworldtour.com/Tennis/Tournaments/Washington.aspx
http://www.youtube.com/watch?v=Xtj34OdEL5Y
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