Me desesperas de veras, Nalbandian

Y yo me pregunto: ¿vale para algo adorarte si después siempre siempre siempre acabas desilusionando a tus fans? Ni te puedes imaginar cuantos chascos me he llevado en la vida por tu culpa David. Fuiste un genio, para muchos aún lo eres, en mi interior quiero que lo seas, pero tu crédito se agota. Llevas tres temporadas de chasco en chasco, desde finales del mágico 2007 que encadenaste los Masters Series de Madrid y París-Bercy y hasta Federer que ganó el Masters de ese año en Shanghai llegó a decir que esas semanas él no era el mejor del mundo porque quien lo era, tú, no acudió allí.

Un renqueante 2008 que acabó con la desilusión de la Davis perdida en casa frente a España cuando más en forma estabas, o ¿no? Porque perdiste el dobles con Calleri. En 2009 empiezas ganando en Sydney (me sorprendió que dispuntándose por primera vez el Dakar en tu país no fueras a hacer el indio por allí) pero pronto defraudas en Buenos Aires y no digamos lo de Indian Wells ante Nadal. No sabría si darte las gracias por aquel duelo épico o si estamparte algo contra la cabeza por lo de siempre, perder por físico y totalmente derrumbado los largos choques a tres sets.

Después de operarte de la cadera, todo eran buenas palabras y ya estás de nuevo fallando. Nunca te abandonaré pero quiero que sepas la de veces que se han reído de mí cuando digo que eres mi tenista favorito y la de apuestas que perdí porque eres incapaz de ganar un Grand Slam. Solamente puedo comparar mi devoción por ti con lo que sentía hasta los 12 años, cuando no sabiendo discernir por uno mismo, la familia te inculca la fe cristiana y rezaba cada noche por que Erik Breukink ganase un Tour de Francia, que Indurain siempre le negaba. Dejé de creer en Dios porque no hizo caso a miles de mis plegarias, no me hagas tu perder la ilusión que tengo por el tenis, como me pasó con el ciclismo.

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