Un mito terrenal hoy en día aún, para nada en el ocaso de su carrera. Menos mal que no me toca definir ni defender al probablemente mejor tenista de todos los tiempos en todos los sentidos, bien si se mira por el palmarés, bien por calidad, bien por tenis en sí o bien por superación ante las adversidades y poder para arrinconar la presión en base a mentalizarse año tras año y ante noveles talentosos. Cuando grandes leyendas de otros tiempos, caso de Wilander, Connors o Edberg, entre otros, citan a RogerFederer (Basilea, 08-08-1981) como el mayor crack de este maravilloso deporte, algo de cierto debe de haber tras ello.
Cierto es que ya no goza de la aplastante superioridad que demostraba en casi todas las superficies desde que se alzara al número uno allá por el 2003, pero sigue soltando infinidad de destellos de clase a lo largo de la intensa temorada tenística, que n su caso siepre se prolonga de enero a noviembre y ante lo cual lleva años luchando contra la ATP para reducir el calendario, dado que su exigencia no deja disfrutar en plenitud de facultades a muchos fastuosos del tenis en la parte final de cada año.
Habiendo perdido en agosto de 2008 su privilegiado trono al frente del tenis mundial ante su eterno rival en las canchas pero un buen amigo fuera de las pistas (que sí, hablo de Nadal) y aunque se hubiera apuntado el US Open, la valoración no podía ser más que no positiva, porque llegar a semis de Australia y perder las otras dos finales de los grandes, unido a no superar el Round Robin de la Copa de Maestros (con lesión de espalada incluida ante Murray quien le apeó de Shanghai), siempre llevaría a su entorno a compararlo con lo logros y evoluciones tenísticas de los demás rivales, concluyendo que quizás un declive pudiera estar cercano.
Pero lo bueno del tenis es que el año comienza ya con un grande en juego. Y además en pista dura, en Australia, donde Roger atesoraba tres entorchados y tenía a tiro igualar a Sampras en número de Grand Slams. Molesto porque los entendidos antepusieran al escocés Murray como máximo favorito a lograr en Melbourne Park su primer grande, y sintiéndose quizás herido en su orgullo, Roger llegaba una vez más sin entrenador y con su inseparable mujer, Mirka Vavrinec, con la recinte información de que estaba embarazada, siendo ambos padres hacia el verano aproximadamente.
La andadura del suizo en las Antípodas no fue nada sencilla desde el principio. En su juventud acostumbraba a rodarse en algún torneo previo antes de acudir a Melbourne pero desde que entendió que en una temporada tan larga tenía que economizar esfuerzos, a la par que vió que en años anteriores era capaz de ganar o mínimo plantarse en las rondas finales siendo éste su primer torneo, Roger decidió adoptar la táctica de ir entrando en la temporada según se topase en las primeras rondas con oponentes 'débiles'. Pero en primera ronda se topó con el italiano Andreas Seppi (ni me sé su ubicación exacta en el ranking ATP esa semana de finales de enero ni me apetece buscarla, solo recuerdo que andaría entre el 30 y 40, sus puestos naturales, aunque a día de hoy esté el 49), un jugador que ya había disputado unas semis de un Masters Series (el de Hamburgo) el año anterior y que por su jueventud y maneras tenísticas (alto, con buen saque y decentes slides), podía incordiar al por zquel entonces número 2 del mundo. Fueron tres sets sí, pero los dos últimos muy ajustados y que sirvieron como toque de atención al suizo, quien pudo comprender que tras un 6-1 en un primer set, después puedes toparte con sustos tales como el 7-6, 7-5 finales.
Acto seguido, se sucedieron dos rusos al otro lado de la red, pero a cual más distinto: Eugeni Korolev bastante tuvo con evitar los roscos en cada set y tan solo se apuntó seis juegos por 18 del suizo, mientras que el ex número 1 en 2001 y vencedor de este mismo torneo en 2005 eliminando en semis al propio Roger, Marat Safin llevaba los últimso 4 años sin un título, lejos de su mejor versión y mostrando un tenis errático. Capaz de lo mejor y de lo peor, Marat solamente plantó cara en el tercer set, cuando con todo perdido cayó en el tie-break pero ofreció al suizo un excelente entrenamiento. Sin embargo, en octavos de Australia, que por las demás partes del cuadro estaba deparando sorpresas y eliminaciones sonadas de algunos de los favoritos, lo que se vivió fue un acercamiento al abismo considerable del de Basilea: contra el checo Tomas Berdych, el 23 del mundo, su tenis fue plano y predecible, lo que unido a las dotes innatas de un jugador llamado al top-ten desde hace algunos años, planataron a ambos tenistas sentados esperando al comienzo del tercer del set con un relativamente sorpresivo 6-4 y 7-6 para Berdych. Roger no tenía, pro aquel entonces, buenos números a la hora de remontar dos sets en contra pero a base de mejorar el saque, mover de lado a su rival y sobre todo presionar el saque rival con restos profundos, poco a poco fue cambiando la dinámica negativa del partido en su contra hasta empatar con un doble 6-4 y acabó llevándoselo en el quinto set por un engañoso 6-2.
Este susto lo motivó para que en cuartos un chaval argentino que había sido una de las gratas sorpresas del 2008, Del Potro, y que venía de ajusticiar -con la confianza que le daba el título en Auckland una semana antes- inmisericordemente al germano de ascendencia rusa Mischa Zverev y a otro alemán como Florian Mayer, aunque con algún contratiempo más ante el luxemburgués Gilles Muller y el croata Marin Cilic (otro futuro crack lo más probable), no le tosiera más de lo normal: tan en serio se lo tomó Roger que con un 6-3 y dos roscos, dejó a Juan Martín tan alucinado que nunca se me olvidarán sus palabras en tono amistoso, que aunque no literales más o menos fueron: "Roger me felicitó porque durante el torneo jugue muy bien y a mí hoy me daban ganas de matarlo".
En semis esperaba el estadounidense Andy Roddick, contra quien tenía un balance fav0rable de innumerables victorias por una sola derrota, y la tendencia se mantuvo: aunque 'A-Rod' obligase a Roger a tener que emplearse duro en el segundo y tercer sets para llevarselos por 7-5, en ninguna fase del encuentro pareció tener la más mínima chance (parezo argentino, como mola) de discutir la victoria de su rival. Y en la final ya sabemos lo que ocurrió. La gran bestia negra de Roger en las finales, y en todas las últimas finales debería de añadir, era un descarado en su tenis, un Rafael Nadal que ya daba igual si estuviera en su superficie favorita o no. Roger ganaba con contundencia los sets que se apunataba mientras que los sets de Rafa eran más ajustados, tendencia que en el quinto set no sirvió ni un pepino: 6-2 para el español y en la entrega de premios se vivió una de las imágenes del año, todo un campeón llorando por haber sido derrotado una vez más por su eterno rival cuando más cerca lo tuvo, tanto empatar con Sampras a 14 Grand Slams como ganar a Rafa en una final de un grande.
No logró nada de eso en Australia y muchos vaticinaron la caída de un genio. Ese mismo genio que el mismo no dudo en autoprocalmarse tras batir con suficiencia a todos sus rivales dos años antes en este mismo 'major' y que incluso tras apuntarse el master del 2006 ante Blake, el propio Roger admitió que ama tanto el tenis que su idea era seguir al máximo nivel muchos años más, y que no pensaba en la retirada ni en un bajón de jeugo por mucho que se acercara en incluso se adentrara en al treintena. Pero eso había sido dos años antes y el palo moral del Open de Australia 2009 iba a ser duro de superar. Si de por sí, competía poco en febrero, tan solo acudía al ATP500 de Dubai, ciudad donde desde siempre realizaba largas temporadas entrenando, este año tampoco pudo ir a Dubai (en 2008 coleaba su mononucleosis) y siguió en su línea de no jugar la primera ronda de la Davis con Suiza.
Y en marzo al tener que acudir a la gira de pista dura de California y Florida, uffff, le dió tal bajón al suizo que sus resultados de Indian Wells y Miami no le dejaron para nada en buen lugar, a pesar de firmar dos semis, lo que deja claro que que en este mundo del tenis prima la calidad y no la cantidad (que se lo digan a Verdasco, muy regular casi todo el año llegando a los cuartos de todos los torneos pero no pudiendo hacer más que ganar en New Haven la semana antes de que todos pensaran en el US Open). Tampoco es que ahora perdiera contra cualquier tenista del montón, sino que aún era capaz de ganar a muchos solamente con su clase. Pero a la más mínima oposición por algún otro pedazo de tenista, Roger parecía desconectar, agachaba la cabeza y se dejaba dominar tanto que ya no salía de la pista solo con la derrota, sino dando una imagen de impotencia y falta de unos recursos que otras temporadas parecía le brotaban a cualquier chasquido de sus dedos.
En Indian Wells, tras batir fácil al francés Gicquel y al croata Karlovic (quien no pudo repetir su victoria de Canadá del año anterior) y con alguna incidencia más al chileno Fernando González, en cuartos apeó a Verdasco y el duelo de semis con Murray parecía un partidazo: pero el tenis control del escocés devoró en el tercer set por 6-1 al suizo y éste enfiló rumbo a Florida: allí solventó sus choques contra dos jugadores 'yankees' desconocidos como eran Kevin Kim y Taylor Dent (ex top ten pero hace la pila de años) intercalados con el alemán Nicolas Kiefer para en cuartos encontrarse de nuevo A Roddick, quien le birló un set pero que seguía sin poder argumentar apenas nada al juego de Federer, un juego que pareció solido en primer set de las semis contra Djokovic pero que se diluyó a continuación.
Sin ningún título aún en su zurrón por segundo año consecutivo a estas alturas, lo que antaño era una quimera pos ya poseía varios para abril, la tortura para el suizo parecía cernirse. Llegaba la temporada de tierra y si Nadal parecía incombustible, Murray ya ganaba torneos, Djokovic le había demostrado que era capaz de batirle mientras que tenistas incombustibles como Roddick o González siempre querían dar guerra, sin descontar a las nuevas promesas. Con este panorama, cayó en octavos de Montecarlo contra su amigo y compañero en el oro olímpico de dobles Stanislas Wawrinka (en primera ronda había ganado sin brillantez a Seppi), mientras que en Roma volvió a tropezar en semis contra un serbio graciosete, Djokovic, de nuevo con la misma película (primer set fácil para Suiza, remontada extraña y efectiva para Serbia), cuando antes había apeado a Karlovic, Stepanek y Zverev. Estas derrotas no auguraban nada nuevo para el Masters 1000 de Madrid, donde Soderling no le inquietó, donde Blake pareció no estar en pista, y donde Roddick de no entendía como tras ganar por 7-5 en el primero y llevarle al tie-break en el segundo, estando tan cerca de ganar, cayó por 6-1 en el tercero. En semis eliminó comodamente de nuevo a la nueva joya argentina, Delpo, y en la final pareció agradecer que Nole cansara a Rafa en aquel mítico partido de 3 sets, y con contundencia endosó un doble 6-4 a su mayor rival con la única arma de la seriedad y la ley del mínimo esfuerzo.
Las cosas parecían que volvían a pintar bien, un gran torneo para la saca, en tierra, contra Nadal y en la 'casa' de éste último. Pero seguro que Roland Garros no sería un camino de rosas: en todas sus participaciones desde que era profesional le había superado este torneo y aunque no sufriera el extraño caso como otros grandes campeones que siendo expecialistas en otras superficies, se sentían 'como vacas patinando sobre hielo' (mítica frase de Maria Sharapova), Roger sí demostraba ser de los mejores en tierra pero se veía que le faltaba. Y quizás la providencia este año estuvo de su lado. Comenzó su andadura contra el español Beto Martín, a quien superó holgadamente, por lo menos en cuanto a tanteo se refiere. En la siguiente ronda el 'Chucho' Acasuso se lo puso bastante más complicado, hasta el punto de forzar dos tie-breaks que no ganaría pero sí que daría un leve susto al suizo llevándose un muy disputado segundo set por 7-5. Contra Mathieu comenzó la serie de remontadas que llevaron al suizo a lo más alto, quién viéndose al borde del precipicio sacaba lo mejor de sí. Si el francés le llevo hasta los 4 sets, lo del alemán Tommy Haas en octavos fue el 'click' que Roger ansiaba desde hacía tiempo en París: ya habían caído Djokovic en dieciseisavos y Rafa en octavos (la parte baja del cuadro le hacía a Roger jugar el último de las rondas), y quizás la presión de ver las puertas del cielo tan abiertas le jugó una mala pasada en los dos primeros sets contra Haas, quien con un tenis resolutivo y efectivísimo, ganaba por 7-6 y 7-5, y aunque perdía los siguientes sets, parecía tener más control sobre el juego. La idea de otro grande cayendo ante el público francés no parecía descabellada, pero Haas se desfondó a partir del mediado del cuarto set y posibilitó en cuartos la reedición del partido del año anterior en semis: en esta ocasión Monfils apenas pudo anteponer nada y ofreció al suizo un buen calentamiento.
En semis esperaba un Del Potro que pareció haber tomado apuntes tanto de las últimas palizas que le endosó el suizo como de la manera en la que los rivales previos habían puesto en apuros al suizo, de tal modo que con un juego no muy ortodoxo en tierra, también obligaría a Roger a pelear hasta el quinto set si quería plantarse en su tercera final consecutiva del tgorneo parisino. Pero en esta ocasión, con 2-1 en sets favorable al tandilense, flotaba una sensación en el aire de que el 'match' iba a tener color suizo, quizá alimentado por el caminar tan cansino característico de Delpo cuando tiene que descansar entre punto y punto. Y el domingo de la final, todo estaba preparado para una nueva jornada histórica: el encargado de otorgar el trofeo iba a ser el último jugador en completar el Grand Slam, Agassi, en un guiño a la gesta que iba a compeltar también el de Basilea y el rival del jugador más querido en ese momento por el público y sobre todo por la organización, era un sueco, la sorpresa del torneo pero el contrincante perfecto para un buen espectáculo, un Soderling que quizás se arrugó en demasía ante el momento. Solamente dió muestras del buen tenis desplegado las dos semanas anteriores en el segundo set, pero hubo de ver como en el tie-break el suizo hacía aces a cascoporro. Incluso ganando 6-1, 7-6 y 5-4 más saque, en el punto de partido Mirka Vavrinek rezaba para que el título se definiera cuanto antes. Esta vez no hubo lloros pero sí un agradecido reconocimiento a la falta del campeón de los últimos cuatro años.
Con la noticia de que Rafa no iba a poder acudir al England Tennis Club, Roger optó por no dejarse ver en los torneos inferiores de la hierba de junio para en Wimbledom sentar de nuevo cátedra. En esta ocasión, él era el gran favorito pero quién tendría que sostener la máxima presión era el escocés Andy Murray, dado que la prensa le apuntaba como el siguiente profeta en su tierra, parea así emular a un tal Fred Perry que ganó antes de la Segunda Guerra Mundial en Lóndres.
El taiwanés Yen Hsun Lu, peleando toda la temporada por entrar en el top100 pero saliendo y entrando de él, fue el primer escollo de nuestro heroe de esta entrada. Aunque dió guerra al principio después se difuminó y a la ronda siguiente accedió el suizo para tampoco tener que romper ni siquiera a sudar contra el hispano Guillermo García-López. Contra el alemán Phillip Kohlschreiber sí que hubo de ir a 4 sets tras perder el tercero en el tie-break, pero la superioridad insultante del suizo empezaba a recordar a aquel que ininterrumpidamente había arrasado en la hierba londinense desde 2003 hasta 2007. Soderling en octavos y Karlovic en cuartos tampoco inquietaron a Roger más allá de lo mínimo exigible a un profesional (es decir, que no te hagan un rosco y ganar varios juegos al saque), aunque fueran jugadores que por su estilo de juego la hierba les favoreciese.
Y cuando ya se iba acercando el momento clave, en semis se le cruzaba un jugador que ya le llevó al límite en el Grand Slam anterior y que llegaba con el prestigioso torneo de Halle bajo el brazo. Hablo del teutón Tommy Haas, que había encadenado a sus 31 años una sorprendente dinámica de excelente juego y mejores resultados previos a julio. Y en la hierba londinense comenzó dubitativo ante el austriaco Alexander Peya pero pudo descansar con la retirada en el primer set del francés Michael Llodrá. En tercera ronda remontó dos sets en contra con un tie-break en el cuarto y un 10-8 contra una futura estrella como el croata Marin Cilic, y este subidón de adrenalina le bastó para apear en octavos al ruso Andreev. Con 13 años de profesional, liquidaba con sorprendente solvencia a Djokovic y amenazaba a Roger en semis, dada su buena trayectoria: pero si a Haas la hierba le beneficia, a Roger le erotiza, y aunque resultó un partido intenso, con un marcador ajustado, el suizo tiró de oficio y minimizó las intentona de Haas de entrar en el partido. Y ya en la final, con Sampras esperando a entregar un trofeo que sería el decimoquinto Grand Slam del suizo: Roddick se lo temía y perdió 16-14 en el quinto set un partido para el que fué quién más boletos compro.
Pudo saborear tranquilamente su reconquista del quizás más mítico de los Grand Slam ya que Suiza no se hallaba inmerso en cuartos de la Davis y a ello unió hacia finales de julio, el nacimiento de sus mellizas. Este cambio sustancial en su vida familiar podía distraer al de nuevo número 1 del mundo tras adelantar en Wimbledon a Nadal en el ranking de la ATP, cosa por la que apostaban muchos. Pero llevamos tantos años leyendo la caída de Roger y éste lo rebatió ya tantas veces en la cancha, que esta vez también parecía que nos sumergíamos en 'la historia interminable'. Centrado en repetir título en Nueva York, parecía que los torneos previos no le importaban en demasía: no jugó ninguno ATP500 ni 250 entre julio y agosto, y lo apostó todo a rodarse en Canadá y Cincinnati, dos Masters 100 en los que tiró de jerarquía. En Montreal dominaba claramente a Tsonga en cuartos, después de librarse del local Niemayer y su compatriota Wawrinka, cuando en el tercer set y con un 5-1 a favor, se empeñó en cerrar el partido al resto a base de violentos zarpazos para así devolverle la misma moneda que el francés le había inflingido juegos antes, pero no controló el impetú de 'Ali' y en un despiste perdió el choque en el tie-break.
Una semana después, en Cincinnati arrancó contra el argentino Acasuso sin contingencias y contra el español Ferrer perdió el primer set pero acabó imponiéndose con solvencia. Hewitt tampoco dió con la tecla para molestar siquiera a Roger y en semis se iba a dar un partidazo: Murray era ya número dos tras ganar en Montreal y quería acercarse incluso más al trono, pero Federer se dedicó a remarcar quien es el jefe actual del circuito, cosa que certificaba en la final contra un Djokovic que recibió la misma medicina que él mismo empleo un día antes contra Nadal: palizón en el primer set y tenis control que desesperaba al rival en el segundo. Suponía el segundo Masters 1000 del año, que unido a Roland Garros y Wimbledon, le ponía como superfavorito para Flushing Meadows.
Y en otro de los torneos que mas veces ha conquistado en su carrera tenística, Federer hubo de enfrentarse al desconocido estadounidense Davin Britton y no le concedió el más mínimo respiro. Triunfo en 3 sets y próxima parada ante el alemán Simon Greul, quién sí opuso más resistencia con dos 7-5 finales. Este verano el australiano Leyton Hewitt había vuelto al primer nivel de nuevo y contra Federer demostró en tercera ronda que aún sigue teniendo recursos para hacer frente incluso hasta al auténtico boss del tenis mundial: primer set sorprendente para el aussie pero remontada tranquila del suizo. En octavos esperaría un Tommy Robredo que juega genial contra don nadies pero que apenas posee resultados destacables contra los grandes y buenos tenistas. En cuartos de nuevo Soderling -tercer grande consecutivo en el que se encontraban- se cruzaba con Federer y esta vez se anotó un set, el tercero, al tie break, pero poco más pudo hacer. En semis el 7-6, 7-5 y 7-5 que se dió contra el serbio Djokovic deja claro la batalla que se dió en la central de Nueva York, un choque de alta tensión que donde el suizo llevó la voz cantante pero que el serbio no estuvo lejos de hacerse con él en cada pelota, porque la diferencia fue de puntos, unos pocos puntos que otorgaron el gran billete para la final al suizo.
Esta supuesta inactividad de octubre, que le llevó a renunciar al novedoso Masters 1000 de Shanghai, también le dejó un poso de lentitud que en segunda ronda de Paris-Bercy se notó ante el francés Julien Benneteau, contra quien cayó en 3 insulsos sets. La prensa de su entrono alegaba que llegaría fresco a la Copa de Maestros, quizás en un intento de buscarle
No hay comentarios:
Publicar un comentario