sábado, 19 de diciembre de 2009

Murray 2009

Cuando un tenista coge la racha buena, no ya la 'semana buena', sino cuando se zambulle en una dinámica de buenos resultados, adquiere tal nivel de confianza en su tenis que en infinidad de torneos y ante incontables adversarios se siente invencible. Esta invulnerabilidad en su tenis es lo que llegó a notar el escocés Andy Murray (Dunblane, 15-05-1987) hacia el final del 2008 y en varias fases de este 2009 a punto de terminar. Con 1,90 de estatura, una derecha letal y revés a dos manos, Andy acabó el año pasado como número 4 del mundo pero muy muy cerquita del tercer puesto de Novak Djokovic.

Todo tenista busca explotar sus puntos fuertes y dinamitar los puntos débiles del rival. Iba a decir que todo tenista es el mejor en algo, pero hay muchos buenos tenistas y pocas armas determinantes o diferentes. La gran peculiaridad de Murray reside en que tiene la mejor transición ataque-defensa en el circuito actual. ¿Y esto qué quiere decir? Pues que el escocés es capaz de dejarse dominar por el rival, devolver todas las bolas solo metiéndolas y cuando menos se lo espera el contrincante, pasar, incluso en un solo golpe, a atacar con pasmosa facilidad y definir el tanto. Esta incidencia tampoco quiere decir que sea ésta su táctica preferida o que la palique por decreto, sino que Murray posee la seguridad de que saliendo a verlas venir, cuando desee aplica esta arma.

Tampoco diré que no sale a ganar sus partidos con convicción, porque también tiene un saque poderosísimo y su a su ranking no se llega solo esperando los errores del rival, pero sí que a Andy le encanta ser un frontón, aunque no del mismo tipo de Nadal. Jugador de pasmosa efectividad en pista dura y rápida, él mismo asegura que la tierra le gusta aunque a su tenis no. Y lo de la hierba, pues bueno, otros años no pero este año ya consiguió excelentes resultados. Quizás el 'click' en la carrera del escocés estuvo en una de las múltiples 'rajadas' de Federer, quien en el torneo de Dubai, en 2008 creo -hablo de memoría, sin que me apetezca bucear en internet y confirmar el dato, peligroso esto-, tras caer en primera ronda con el escocés, criticó este estilo de juego de Andy de esperar demasiado para atacar y afirmó que Andy no estaba progresando nada en su tenis. Era marzo y Andy pareció picarse en exceso, porque desde agosto de ese año empezó a ir como un tiro, es decir, enchufadísimo hacia las victorias, o como diría una presentadora del Canal 24h de TVE, "como un pepino", de rápido.

Rodeado desde siempre por un amplio séquito que le acompaña a todos los torneos, en su mayoría familiares, tras romper con Brad Gilbert en noviembre de 2007, pasó a ser entrenado por Milles Mclaghan y a mediados del año pasado contrató los servicios del catalán Alex Corretja para mejorar su juego en tierra y tras la buen labor de éste, ahora sigue de continuo de segundo entrenador todo el año con Andy. En 2009 el escocés disputó un total de 19 torneos, de los que ganó 6: el ATP250 de Doha en enero, el ATP500 de Rotterdam en febrero, el Masters 1000 de Miami en marzo, el ATP250 de Queen's en junio, el Masters 1000 de Canadá en agosto y el ATP500 de Valencia en noviembre. Defendió más o menos bien la inmensidad d epuntos conquistados el año anterior y como su eclosión fue en la segunda parte del 2008, tuvo hasta julio de 2009 para acumular muchos puntos.

Todo esto le hacía aparecer en la 'pole position' de todas las quinielas de enero para apuntarse su primer Grand Slam y más aún tras arrancar el año tan fuerte como para ganar seguidamente al norteamericano James Blake (10º), al suizo Roger Federer (2º) y al español Rafa Nadal (1º) en el torneo de exhibición de Abu Dhabi (Emiratos Árabes), un torneo sin rango ATP y por tanto jugado como meros entrenamientos por varios jugadores. Era el 4 de enero y los primeros puntos oficiales se emepzaban a repartir y ganar en el ATP250 de Doha en Qatar. Allí, el primer rival de Murray fue un español, Albert Montañés (43º), que no econtró ningún resquicio en el tenis del escocés, lo mismo que les pasaría -y contra los tres ganando por el mismo marcador, 6-2 y 6-4 o viceversa- en las siguientes rondas al alemán Philipp Petzschner (66º) y al ucranio Sergii Stakhovsky (91º). La semifinal contra Federer parecía un tenis a otro nivel, un espectáculo donde dos supercracks se batían en un tie-break del primer set que se apuntó el suizo pero que en los siguientes sets el escocés fue capaz de rentabilizar sus rupturas para apuntarse el partido con un doble 6-2. En la final esperaba el norteamericano Andy Roddick (8º) pero se llevó el resultado favorito del escocés en este torneo, un contundente 6-4 y 6-2.

Los datos ya avalaban la candidatura del escocés al trono australiano que le otorgaban tanto aquellos entendidos en el tenis como las casas de apuestas 'legales', no todo ese entorno turbio que se dedica al amaño de resultados en el mundo del tenis, con apuestas fraudulentas y que de vez en cuando generan algún escándalo en el circuito ATP. En Melbourne empezaría en la parte del cuadro de Nadal jugando contra el rumano Andrei Pavel (1141º), proveniente de la previa y que abandonó en el segundo set por lesión cuando estaba siendo superado ampliamente. El español Marcel Granollers (51º) y el austríaco Jurgen Melzer (32º) no inquietaron tampoco a Andy, quien sorprendentemente se adaptaba a las mil maravillas al calor del verano austral. Pero en octavos el que iba a ser la sensación del torneo -no se sabe lo que tiene el Open de Australia pero cada año es coto abonado para jugadores revelaciones que llegan sorpresivamente hasta las rondas finales-, el español Fernando Verdasco (15º) le ganó en un partido a 5 sets remontando un partido extraño, donde en cada set el dominio era apabullante por parte de uno pero que esa dinámica de traspasaba al oponente en cada parcial. Finalmente, los zurdazos planos del madrileño agotarían el muro del escocés y daría la campanada.

Caer en octavos de un grande, sin ni siquiera entrar en la competición de la segunda semana que muchos tenistas ansían, tenía que ser un palo muy gordo pero Andy vió que le superó un gran jugador y que no estuvo tan lejos de la victoria, con lo que no se amargó y pasó a tener que decidirse por sus futuros torneos: elegía la gira exótica de Johanesburgo y Dubai prolongando el buen clima de esos lares, o se decantaría por el frío europeo de febrero de Roterdam, Zagreb o Marsella, dado que la gira sudamericana de tierra estaba descartada para no romper el ritmo adquirido en pista dura. Al final se decantó por lo más cercano a su persona y en el ATP500 de Rotterdam partió como segundo cabeza de serie, solo superado por la sensación del momento, el balear que hizo llorar a Federer en la final del Open de Australia reciente. Despachó sin apuros a un viejo ex top ten, el croata Ivan Ljubicic (48º) pero pasó demasiados apuros para doblegar en dos largos sets -un set largo en mis análisis es irse a marcadores como 7-6 o 7-5 y que por consiguiente supone una dura lucha, porque ganar juegos en tenis cuesta mucho, y ganar tantos en un set implica un nivel alto y parejo entre ambos- al italiano Andreas Seppi (36º) -jugador que en primera ronda del Open de Australia de semanas antes ya había incordiado con sets largos también al mismísimo Roger Federer- y en casi tres, sino se llega a retirarse por lastimarse en una pierna, ante el francés Marc Gicquel (55º), después de anotarse al tie-break el primer set, perder el segundo con un break de despiste y ponerse 3-0 en el tercero antes del abandono del francés. Estos apuros parecieron reactivar al escocés y en semis avasalló al croata Mario Ancic (28º) antes de ganar a Nadal en la final en el tercer set con un rosco cuando el español ya estaba muy tocado de sus rodillas.

Segundo título del año ante el número 1 del mundo, a quien batía por segunda vez ese año y Murray que elegía irse hacia Miami, su campo de concentración para entrenarse largas temporadas (como Federer solía elegir Dubai o más recientemente Verdasco Las Vegas) con la vista puesto en el dueto Indian Wells-Miami. Como todo gran tenista que para la Davis no cuenta con un potente equipo, prefirió no participar en el duelo de Gran Bretaña con Ucrania no ya en el Grupo Mundial, la élite, sino en un escalafón inferior, que por cierto los británicos perdieron por 1-4. Este hecho no le quitaba mucho el sueño a Andy y en el desierto californiano iniciaba su andadura batiendo solventemente en un set largo y otro corto al español Albert Montañes (35º). En tercera ronda -en los Masters 1000 los cabezas de serie están exentos de la primera ronda y entran en juego directamente en la segunda ronda- el francés Paul-Henri Mathieu (33º) se llevaba un serio correctivo, lo mismo que le estaba pasando al español Tommy Robredo (15º) antes de su abandono en el segundo set. Los cuartos de Indian Wells supusieron una dura prueba para Murray y logró una victoria muy peleada, 7-5 y 7-6 ante el croata Ivan Ljubicic (74º), a quien en Rotterdam batió holgadamente pero que se hallaba inmerso en su retorno a los puestos punteros de la ATP.

A Andy le quedaban dos partidazos en California, las semis ante Federer y si ganaba posiblemente la final contra Nadal. Él era el número 4 y los duelos ante el 2 y el 1 del mundo estaban a la vista, ya que el 3, Djokovic había caído en cuartos, una ronda antes. Antes del duelo contra el suizo, mucho se había escrito sobre el bajón mental y de juego de Federer tras el palo de Australia, pero llegar a unas semifinales de un Masters 1000 denotaba mucha clase y tenis aún en la rqueta del suizo, pero lo que no se esperaba Andy era la facilidad con la que podía comerle la moral al suizo a nda que le apretase las tuercas: dos sets cortos para cada uno y palizón del escocés en el tercero ante un cabizbajo Federer. Pero en la final el viento coartó todo el tenis del escocés, quien no se adaptó a las rachas adversas climatológicas y cedió por 6-1 y 6-2 ante Nadal, para irse con el sabor de boca que si todo hubiese transcurrido en condiciones normales, la victoria era más suya que del balear.

Murray empezaba a inquietarse, porque se le acababa la parte de la temporada que, por superficie, le confería favoritismo pleno y posibilidades brutales de victorias. Miami era la última estación y tenía que ganar el torneo y a poder ser ante los grandes. No le importaba tanto pasar del 4 al 3 en el ranking, sabía que eso llegaría a lo largo de la temporada si mantenía ese nivel, porque apenas defendía puntos como sus rivales y si los acumulaba a cascoporro. Encima la presión era extra si cabe por tratarse de su cuartel de entrenos y su primer rival no se lo puso nada fácil: el argentino Juan Mónaco (59º), que tuvo su mejor actuación del año hasta esa semana en la tierra batida de Buenos Aires a finales de febrero ganando en semis en tres apretados sets a Nalbandian y solamente cediendo en el tie-break del tercero ante Tommy Robredo y que más adelante batiría al propio Andy en octavos de Roma, se apuntó con merecimiento el primer set y aunque batalló los dos restantes, no pasó del susto para el jugador con una notoria mancha de nacimiento en el biceps de su pierna derecha.

El chileno Nicolás Massú (91º), el serbio Viktor Troicki (41º) e incluso el español Fernando Verdasco (9º) no opusieron tanta resistencia, con rosco incluido para el serbio, y corroboraban la máxima de que Murray, al igual que Nadal, suele ir ganando en nivel según avanzan las rondas de los diferentes torneos. En semis se encontraba con un panorama diferente a la par que contradictorio: eliminados Nadal y Federer, uno de los máximos favoritos era él, aunque quisiera batirse con los mejores. Aún quedaba en 3 del mundo y el 7 del mundo le iba a jugar con lo mismo que empleó para apear a Nadal, pero como ocurriera en agosto de 2008 en el US Open cuando ambos estaban enrachados, Murray supo leer mejor las pautas del 'game' y cuando rompía el saque de Delpo procuraba volver a quebráselo. Así, se apuntó la victoria y en la final ante Djokovic apuró esta inercia de efectividad para no dar opciones de entrar en calor al balcánico.

Tercer mes del año y tercer título, una cosecha que le daba una tranquilidad enorme para afrontar su gran prueba de fuego, la tierra batida de la que el catalán Alex Corretja se ocupaba de enseñarle todos sus secretos. Sus resultados años atrás correspondían a su jerarquía entonces en el ranking ATP, es decir, nada meritorio había hecho en ninguno de los tres grandes Masters sobre tierra ni siquiera en el Grand Slam parisino. Tampoco optó este año por rodarse en algún torneo previo para rodarse, caso de Houston o Casablanca, o más adelante Barcelona, Estoril, Munich, Belgrado o Kitzbühel no entraron en sus planes. Lo fió todo a su tenis-control y en el Masters 1000 de Montecarlo doblegó sin fisuras y en dos cortos sets al rumano Victor Hanescu (35º) para acto seguido sufrir indeciblemente ante el italiano Fabio Fognini (108º), un jugador de la fase previa que le discutió hasta un tie-break en el primer set y daba signos de poder desmantelar el juego del escocés. Sin embargo, Andy sacó adelante este choque y en cuartos repitió mismo marcador, 7-6 y 6-4 ante el ruso Nikolay Davydenko (9º), en una jornada rara, ya que la lluvia hizo que los últimos partidos de octavos, como el caso del ruso con Nalbandian a 3 sets, se jugarán el viernes por la mañana y los cuartos por la tarde. A pesar de este posible cansancio y de que Nikolay estuviera disputando su primer torneo serio del año debido a una lesión que le mantuvo alejado de los circuitos cuatro meses, Andy pasó serios apuros hasta que en la parte final del duelo encadenó varios golpes ganadores que le dieron el pase a semis, contra el todopoderoso Nadal: el balear parecía un ciclón en la primera manga y a pesar de que el escocés osaba a hacerle algún break, rápidamente se lo devolvía, para apuntarse el set en plan corto, mientras que en el segundo no apretó en ningún momento el acelerador y lo apostó todo a un tie-break donde fue más resolutivo.

Unas semis en Mónaco para el primer torneo de tierra le otorgaban a Andy la suficiente confianza como para soñar con algo grande en Roland Garros, de ahí que quizás en Roma evidenciara más palpablemente sus carencias en tierra. En segunda ronda de la capital italiana, el argentino Juan Mónaco (58º) ya le dejó claro que solo con el nombre no se gana hoy en día a nadie: tras un 6-1 para el escocés en el primer set con autoridad, la sensación en el segundo set era de absoluta impotencia para el argentino, parecía una quimera incluso ganarle un juego al resto a Andy, pero gracias a perseverar y dinamitar el revés del escocés, Mónaco se apuntó el segundo parcial por 6-3 y para desesperación del de Dunblane, acabó rompiéndole el último juego del partido para ganárselo por 7-5. Semana y media de descanso activo, entrenándose a tope, le llevaron hasta Madrid, donde jugaría tres durísimos partidos a un primer set largo y un segundo siempre cortito: ante el italiano Simone Bolelli (61º) y el español Tommy Robredo (17º) su tenis era netamente consistente y superior, pero en cuartos ante el argentino Juan Martín Del Potro (5º) esta dinámica se torció y fue a Andy a quien le recetaron la medicina de tenis ajustado a las líneas, tener que correr detrás de las bolas de lado a lado y zambonbazos al saque.

A pesar de no ganar ningún torneo, merodear las terceras rondas le llevó a auparse al tercer cajón del ranking ATP, en detrimento de Djokovic la misma semana que éste ganaba en Belgrado y Andy no competía. Pero sin embargo, el gran reto era Roland Garros, dos semanas sobre tierra que calibrarían el estado exacto de los nervios del escocés ante las presiones externas. En París su primer rival fue el argentino Juan Ignacio Chela (183º), que había recibido una invitación por ser quien era, antaño un buen tenista que rondó los 30 primeros puestos de la ATP y quien no pudo más que hacer de sparring del escocés en tres sets cortos. La exigencia en siguiente ronda contra el italiano Potito Starace (104º) fue algo más elevada y en 4 sets Andy hubo de batallar considerablemente, pero este gasto se compensó contra el serbio Janko Tipsarevic (64º), quien abandonó cuando perdía justamente por dos sets, aunque el primero dilucidado al tie-break. La verdadera medida del tenis de Murray en tierra la iba a dar en octavos el croata Marin Cilic (13º), que había empezado el año como un tiro, apuntándose los torneos de Chennai en India y el de Zagreb en Europa, pero que aún no había dado el salto de calidad que se le presuponía a un futuro superclase como él: perdió 7-5, 7-6 y 6-1 ante Murray pero jugando francamente bien ante un escocés que lo de sufrir para ganar también sabía como hacerlo en arcilla. Pero su camino fue frenado por un jugador que cuando tiene el día inspirado puede derrotar a cualquiera, como es el chileno Fernando González (12º), que lo batió con suficiencia en 4 sets jugándole como no le gusta a Andy: tantos cortos, nada de peloteo y arriesgando cada bola.

Cerraba la temporada en tierra con un balance ciertamente positivo, con el 3 de la ATP en su posesión y unas semis y dos cuartos en 4 grandes torneos. No se enfrentó contra ninguno del en mayo aún imperante 'Big Four' pero daba paso a una ilusionante temporada en hierba, que fue donde en 2008 empezó a ser consistente antes de que desde agosto arrasara en pista rápida. Pero la presión de la prensa británica iba a ser asfixiante todo junio, porque hacía tiempo que no tenían un tenista de las islas con posibilidades reales de algo gordo en Wimbledon.

Murray ya sabía tras los octavos de 2006 y los cuartos de 2008 -superado ampliamente Nadal, no acudiendo por lesión de muñeca en 2007- de Wimbledon lo que era cuajar buenos resultados en hierba. Y el ensayo principal que supuso el ATP250 de Queen's a principios del sexto mes del año salió a pedir de boca para seguir creando gradilocuentes titulares en los tabloides deportivos ingleses y generar la máxima expectación-ilusión para el tercer Grand Slam del año. Disputado también en Londres, en Queen's arrancó contra el italiano Andreas Seppi (48º) y lo apabulló en dos sets cortitos, lo mismo que le paso al español Guillermo García-López (52º) más adelante por un doble 6-4, mientras que el inclasificable (por físico y estilo de juego) norteamericano Mardy Fish (25º) combatió más acertadamente pero un set largo y otro corto lo dejaron fuera. En semis Andy habría de enfrentarse a un antiguo número uno, de la época de los jovencitos Roger Federer y Andy Roddick, como era el español Juan Carlos Ferrero (90º), ganador después de cinco años de un torneo ATP, en la tierra de abril de Casablanca, e inmerso en un lento pero continuo retorno a su mejor tenis. No obstante, la tendencia victoriosa de Murray pesó más y se plantó en la final sudando mucho pero con solvencia. Y una vez allí, se encontró a un fresco James Blake (16º), clasificado después de que su compatriota Andy Roddick (6º) abandonara por lastimarse un tobillo cuando marchaban 4-4 en el primer set. Aunque Blake sabía que etndría el público en contra, peleó lo indecebile y solo cayó tras un 7-5 y 6-4 en un excelente ejemplo de tenis en hierba.

Tras su cuarto título del año, Murray pedía a la prensa británica que no hinchara demasiado el globo sobre su juego y su favoritismo en Wimbledon, pero quizás no midió las semanas previas sin apenas competir. Ausente el actual campeón y con el aún número dos en busca de romper el record de 14 grandes de Sampras, a Andy le tocó en primera ronda al estadounidense Robert Kendrick (76º) y en los dos primeros sets anduvo perdido, y a pesar de anotarse en 7-5 el primero, perdió el segundo al tie-break, quedándose con la sensación de estar siendo superado. Sin embargo, reaccionó a tiempo y dos simples rupturas le dieron los dos siguientes parciales. Contra el letón Ernest Gulbis (74º) ajustó mucho su tenis y tan solo vió emparejado su juego en el segundo set, mientras que ante el serbio Viktor Troicki (31º) no encontró mayores obstáculos. Pero contra el suizo Stanislas Wawrinka (18º) en octavos fué otra historia, una batalla a 5 sets con muchos altibajos: empezó perdiendo claramente Andy, remontó contundentemente y a la hora de cerrar el choque, casi se deja remontar, después de perder inesperadamente el cuarto set por 7-5, pero ahorró un gramo más de fuerzas y tenis para llevarse el partido por 6-3 en el quinto y definitivo set.

En cuartos repetía las semis de Queen's ante el español Juan Carlos Ferrero (70º) y como en aquella ocasión, no dejó ningún resquicio abierto para que se colaran las múltiples intentonas dle tenis del valenciano. Fueron tres rápidos sets a pesar e que el primero fuese relativamente largo y toda la presión ya se encontraba sobre el tejado del escocés. Si en Queen's había roto la historia proclamándose campeón tras 71 años de sequía británica, en Wimbledon también se le pedía que imitase algo que no hacía nadie desde Fred Perry en 1936. Y el primero de los escollos para ello era el estadounidense Andy Roddick (6º), quien tras pasarse la mitad de junio mirándose el tobillo lastimado en Queen's, venía de jugar un partidazo y sufrir ante el asutraliano Leyton Hewitt (56º) en cuartos. El de Nebraska comenzó autoritario pero hubo de ver como los dos primeros sets se rapartían por 6-4 para cada uno. La igualdad era la tónica predominante y al ver el escocés que no podía imponer su tenis empezó a inquietarse, hasta el punto de perder el partido a 4 sets en dos tie-breaks finales que evidenciaron sus nervios por una inesperada derrota.

Se llegó a leer en la prensa de las islas que Murray había defraudado a una nación entera, pero nada más lejos de la realidad. Por todos es muy conocido la flema inglesa, pero menos mal que el escocés, a pesar de sus 22 años, tiene la cabeza bien amueblada y comprende este juego como un deporte en lo que cuenta es competir con honor y jugar o ganar con dignidad, por lo que no se vino abajo. Tras un 2008 espectacular, parecía que todo 2009 iba a ser de presión para Murray, y a fe que lo que le quedaba de agosto en adelante que también lo sería: debía defender una cantidad increíble de puntos y se tomó julio como todos los gallitos, para dosificar y planificar mejor la segunda parte del año. Además, no tenía que disputar la Davis porque su país hasta septiembre no entraba en liza y veía que cada vez tenía más cerca al dos del mundo y más alejado al cuatro de la ATP.

Bajo estas premisas, se encaminó hacia Montreal para comenzar el tríptico de pista rápida de los Masters 1000 de Canadá y Cincinnati en pelno mes de agosto y el US Open en septiembre. Y cosechó un título, unas semis y unos octavos, algo por debajo del título, las semis y la final del US Open del año pasado, pero durante unas semanas se aupó al 2 del mundo y su tenis se hizo algo más efectivo, aunque el nivel de sus adversarios también aumentó y se pasó del 'Big Four' al 'Big Five' con la victoria de Delpo en Nueva York.

En la capital canadiense comenzó enfrentándose al joven francés Jeremy Chardy (36º) y solventó el duelo en dos cómodos sets, pero lo tuvo aún más fácil contra el español Juan Carlos Ferrero (29º), a quien se enfrentaba por tercera vez este verano y a cada partido le batía con mayor autoridad. En cuartos barrería con pasmosa facilidad en dos sets cortos al ruso Nikolay Davydenko (8º), a pesar de que éste último venía de hacer un buen partido una ronda anterior ante el chileno 'Manodepiedra' González (10º). En semis Andy tendría enfrente un motivadísimo Jo-Wilfred Tsonga (7º) dado que el francés había eliminado en cuartos al gran favorito de todos, el suizo Federer. No obstante, el escocés maniató bien al galo y con un 6-4 sin sobresaltos y un trabado 7-6, lo apeó de la final del torneo, donde esperaba un Juan Martín Del Potro (6º) superagusto en esta clase de pistas pero que daba muchos síntomas de cansancio, y más aún después de los dos primeros tie-breaks, el primero para él y el segundo para Andy, momento en el que levantó la bandera blanca y Murray aprovechó para endosarle un 6-1 ciertamente engañoso.

Junto al quinto título del año, estos 1000 puntos tanbién le otorgaron el segundo escalafón de la ATP, ya que Nadal cayó en cuartos y no pudo defender del todo su título del 2008. Para Cincinnati, la situación era la opuesta, porque era el escocés quien debía defender su entorchado de un año antes. El español Nico Almagro (33º) fue el primer rival de Murray y aunque provocó un tie-break en el primer set, lo perdió por lo mismo de siempre en el caso del murciano -capaz de lo mejor y de lo peor, pero en más ocasiones de lo peor, y ese juego de rachas siempre es más prolongada la racha mala- para acto seguido dejarse ir y perder el partido en un set corto. El checo Radek Stepanek (17º) tampoco encontró ninguna grieta en el tenis del escocés, hecho que sí explotó el francés Julien Benneteau (55º) para sorprender a Andy en el primer set con un juego directo pero que no pudo mantener ese nivel y se vió fácilmente superado por el escocés en dos sets cortos. Las semis iban a ser un interesante duelo contra el número uno mundial y el escocés quizás salió pensando que ya había sido capaz de batirle en primavera en un tipo de pista parecido, pero esta vez Roger quiso marcar su territorio y con un 6-2 en el primer set le lanzó al escocés el mensaje de que era capaz de batirle con holgura, aspecto este último que parecía cohibir a Andy en el segundo set y le acongojaba a atacar, hasta que en el tie-break del segundo set, Roger dijo 'basta de especular' y a base de 'aces' y tiros asjustados, dejó a Murray pensando que su inercia positiva en estas pistas había encontrado en el suizo el antídoto idóneo.

Si en 2007 el jugador revelación del US Open fue el serbio Djokovic y llegó a la final para ser batido por Federer, para después asentarse en la élite, el mismo camino recorrió en 2008 Murray. Y pensar en una revancha o en una segunda oportunidad, podría resultar harto complicado a tenor del nivel que había mostrado sobre todo el suizo. Sin embargo, de cara a Nueva York, la obsesión de Murray era que no le ocurriera lo de los Juegos Olímpicos de Pekin'08, donde no se aclimató al calor asfixiante y cayó en el primer partido sorprendentemente ante el taiwanés Yen-Hsun Lu, por lo que quería a toda costa no volver a repetir otro petardazo similar. Y además, el primer rival era alguien con nombre, el letón Ernest Gulbis (95º), un tenista llamado por muchos a ser claro top ten en poco tiempo, criado tenísticamente en Alemania, en la misma escuela que Novak Djokovic, y que aunque no podía reflejar en resultados los augurios que se le hacían, su tenis sí que tenía chispazos de clase. En segunda ronda de Wimbledon ya le había batido en 3 sets y aunque en esta ocasión ocurrió lo mismo, el primer y tercer sets se decantaron por 7-5, lo que deja claro los apuros de Andy.

Contra el chileno Paul Capdeville (87º) hubo de ir a los 4 sets, pero los 3 que ganó los hizo contundentemente y ratificaba las buenas sensaciones que le da el ir pasando rondas ante el estadounidense Taylor Dent (195º), verdugo en Nueva York de los españoles Feliciano López (37º) e Iván Navarro (119º), pero que se llevó un serio correctivo de manos de Murray. Pero en octavos llegaría una de las sorpresas del cuarto Grand Slam del año, cuando el croata Marin Cilic (17º), a quien ya había ganado sufriendo y mucho este año en 3 sets en octavos de Rolan Garros, le batió en 3 sets con relativa claridad: Andy solo encontró argumentos en un primer set que perdió por 7-5 y en los dos siguientes sets endosó sendos 6-2 claros que le hacían perder muchos puntos en la ATP y minaba su moral de forma clara.

Eran principios de septiembre y la siguiente lucha del escocés iba a ser diametralmente opuesta. Llegaban las fechas de la Copa Davis y Murray debía ayudar a que Gran Bretaña no fuera aún más abajo del Grupo I, teniendo como rival a Polonia en las propias islas. El nivel de los tenistas polacos era muy inferior a Andy pero el problema era que no había en todo el Reino Unido un buen clasificado, siendo el segundo tenista de Gran Bretaña un jugador que rondaba por el 300 del ranking oficial de la ATP. Gran Bretaña fue derrotada por Polonia por 2-3 y los dos puntos de los ingleses los consiguió Murray en sus duelos de individuales, pero perdió el de dobles en 4 sets junto a un acompañante que estaba el 947 del mundo. Además salió con la muñeca izquierda tocada -se rumoreaba que ya la tenía dañada en el US Open- y se iba a perder la gira asiática de todo octube.

Para noviembre fijó su regreso pero para entonces ya había perdido el tercer cajón del ranking y el mes de lesión no le dejó entrenar el revés como él mismo hubiese querido. Se presentó en el nuevo ATP500 de Valencia como el máximo favorito pero sin rodaje y con un dato apabullante que la organización del torneo destacaba: ese año, hasta entonces, había ganado 58 de los 67 partidos que había disputado, unos datos mareantes para sus contrincantes. Y el primero que tuvo que enfrentarse a esos números fue el español Daniel Gimeno-Traver (77º), quien siguió el mismo camino otros muchos meses antes: dos sets cortos y autoritarios en contra. Pero el argentino Leonardo Mayer (64º) se reveló en parte y logró apuntarse un set, antes de claudicar también. Los españoles Albert Montañes (34º), con voluntad pero sin premio, y Fernando Verdasco (8º) fueron los siguientes oponentes del escocés, y éste último fué quien más cerca estuvo de batirle, quizás extramotivado por lograr, o más bien mantener, una plaza para la Copa de Maestros inminente: 6-3, 2-6 y 6-3 para Murray antes de que en la final arrollara en dos sets cortitos al ruso Mikhail Youzhny (23º).

Con su sexto título del año, veía que su gran objetivo de la parte final del año, la Copa Masters a disputar por primera vez en Londres para promcionar los Juegos Olímpicos de 2012, estaba siendo excelentemente preparada pero el ensayo final lo iba a hacer en el Masters 1000 de Paris-Bercy. Pero solo disputó dos partidos, y en ambos evidenció la inactividad, dando muestras de que sí estaba para ganar a buenos tenistas pero contra un top ten lo tenía crudo, más o menos la misma sensación que venía padeciendo el balear Rafa Nadal desde que regresara en agosto a la élite. El primero de ellos lo sacó adelante porque a su rival, el norteameicano James Blake (41º), se le olvidó cerrar el duelo tras anotarse el segundo parcial al tie-break y creyó que en el desempate del tercero le iba a sonreir también la suerte, pero Andy posee el don de la constancia, esa capacidad de dar un golpe extra cuando las cosas van igualadas y se sabe que con ese toque se gana el partido. Pero en octavos se empotró contra otro tenista aún más peleón y cabezón que él, un checo que estaba mentalizándose para la final de la Davis, un tal Radek Stepanek (14º) y al que aunque batiera sencillamente en octavos de Cincinnati, esta vez el checo se sobrepuso al casi rosco en contra del primer set para llevarse el partido por 6-3 y 6-4 con una amalgama de golpes nada convencionales que desquiciaron a Murray.

Esta prematura eliminación del último Masters 1000 del año le permitieron centrase más tiempo que otros de sus rivales en la Copa de Maestros, donde su grupo fue duro aunque no el más duro, según los expertos (yo mantengo que ambos grupos eran similarmente complicados): Juan Martín Del Potro, Roger Federer y Fernando Verdasco. Batió al argentino, 5 del mundo, en 3 sets desplegando un buen tenis y reponiéndose bien a las adversidades; pero ante el suizo dió señales de quizás haber agotado las pilas, ya que aunque ganara el primer set, fue fácilmente superado en los dos restantes por el suizo; con una victoria y una derrota en 3 sets cada uno, en el tercer partido se jugaba el paso directo a semifinales si vencía al español Verdasco en dos sets, pero resultó que cuando lo tenía al alcance, se dejó sorprender en el tie-break del segundo set, hubo de ir al tercero donde cedió seis juegos antes de apuntarse el séptimo. Resultado de todo esto: con dos victorias y una derrota pero con todos los partidos a 3 sets, quedaba eliminado por un solo juego de desventaja para con el argentino Del Potro -como primero pasó Federer- y cerraba su año tenístico con una sensación agridulce.

Empezó el año como uno de los cocos del circuito y en cuarto lugar, pero lo acabo también 4 del mundo y no con tantas buenas sensaciones. Sus grandes rivales y muchos tenistas del montón le habían descubierto sus secretos, aplicando convenientemente los antídotos precisos. No se trata de si es un jugador con carisma, de si arrastra fieles o no, sino que su tipo de tenis, más pendiente de la efectividad que del espectáculo, también resulta válido hoy en día y complementa los demás estilos de juegos de los otros componentes del 'Big Five'. Y para colmo, una supuesta adicción a la Play Station, le llevó a romper con su novia, aunque el propio tenista aseguró que no fue una ruptura traumática. De este modo, puede centrar todos sus esfuerzos en afrontar un 2010 muy exigente para él pero ya con la experiencia del 2009 podrá hacer una segunda tentativa a mayores logros y a su primer Grand Slam teniendo en cuenta tanto lo que hizo bien como en lo que falló a lo largo del año 2009.


http://www.andymurray.com/

http://es.atpworldtour.com/Tournaments/Event-Calendar.aspx

http://www.youtube.com/watch?v=gAel5QkCJ6I&feature=related
http://es.eurosport.yahoo.com/07122009/47/curiosport-playstation-deja-murray-novia.html

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